Transición Energética Justa para todos: abordando la pobreza energética

La necesidad de completar la Transición Energética hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles ha sido ampliamente reconocida por la comunidad científica internacional como un objetivo crucial en la lucha contra el cambio climático y la degradación ambiental.

Sin embargo, en este camino no se debe perder de vista un aspecto fundamental cuando se habla de energía: el trilema energético, es decir, la búsqueda del equilibrio entre los 3 factores fundamentales de la política energética que se desarrolla a continuación:

  • Seguridad. El suministro debe ser estable y capaz de satisfacer la demanda actual y futura.
  • Protección medioambiental. Se debe evolucionar hacia fuentes de energía con menor impacto ambiental y emisiones reducidas de gases de efecto invernadero.
  • Equidad energética. El acceso a la energía debe ser asequible y justo para todos, incluyendo para los grupos más vulnerables y desfavorecidos.

 

¿Qué significa esto? Que además de sostenible y resiliente, la transición energética debe ser inclusiva y justa para todos, o, lo que es lo mismo, debe abordar la pobreza energética de manera efectiva.

Entendiendo la pobreza energética

Definir el término pobreza energética no es sencillo, ya que, cuando hablamos de ella, no nos referimos simplemente a la incapacidad de pagar facturas, sino que se trata de un problema multifacético que impide que los hogares puedan alcanzar un nivel materialmente necesario de servicios domésticos y esenciales de la energía. Por poner algunos ejemplos, se trata de situaciones que van desde la falta de acceso a fuentes energéticas modernas hasta aquellas relacionadas con viviendas ineficientes o mal aisladas que conducen a un aumento de los costes energéticos que llegan a niveles prohibitivos; o sistemas de calefacción y refrigeración insuficientes que no cubren las necesidades básicas. Así, en función del grado de pobreza sufrido, sus consecuencias pueden ir desde repercusiones relacionadas con el bienestar de las personas hasta implicaciones sobre la salud o la participación efectiva en la sociedad.

La intersección entre transición y pobreza energéticas

En este contexto, la transición energética puede convertirse en una poderosa herramienta a la hora de abordar la pobreza de este ámbito. Al mismo tiempo, también es necesario trabajar en desafíos únicos que se presentan y que permitirían mejorar la situación siendo los más relevantes:

  • Equidad y acceso universal. Uno de los principales objetivos de la transición energética, ligado también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (en concreto, al ODS 7), es garantizar que todas las personas tengan acceso a fuentes de energía asequibles y sostenibles. Dicha meta se marcó teniendo en cuenta el actual contexto mundial, en el que más de 700 millones de personas todavía viven sin ningún tipo de acceso a energía eléctrica, lo que limita su capacidad de alcanzar un nivel de vida digno.
    En este sentido, el proceso de la transición energética debe ir más allá de la simple sustitución de fósiles por energías renovables, el cambio debe realizarse abordando las desigualdades estructurales que perpetúan la falta de acceso a la energía.
  • Costes. Si bien las energías renovables y los combustibles sostenibles están experimentando disminuciones de los costes, todavía existen barreras económicas significativas para su adopción generalizada. Por ejemplo, la sustitución de un vehículo de motor de combustión por uno eléctrico, o simplemente la adquisición de un combustible con menores emisiones, requieren desembolsos económicos sustanciales que pueden estar fuera del alcance de hogares y comunidades con recursos financieros limitados.
    En este sentido, es crucial desarrollar mecanismos de financiación y programas de incentivos innovadores para hacer que las energías relacionadas con la transición sean más accesibles para todos.
  • Reestructuración económica. La transición energética también plantea desafíos en relación con el sistema económico y de empleo. A medida que disminuimos la dependencia de los combustibles fósiles y avanzamos hacia una economía descarbonizada, es probable que ciertos sectores, como la industria del carbón o del petróleo, experimenten disminuciones en la demanda y la producción. Esta situación podría tener consecuencias negativas significativas sobre los trabajadores que dependen de estas industrias.
    Por ello, las medidas de reconversión laboral hacia empleos emergentes en el campo de las energías limpias son esenciales si el proceso de transición se quiere llevar a cabo de manera justa y equitativa.
  • Justicia climática y participación comunitaria. Son los dos principios que deben impulsar la transición energética, lo que significa que las comunidades afectadas no solo por la pobreza energética, sino también por los impactos negativos de los sistemas energéticos convencionales, deben tener voz en las decisiones que afectan a sus vidas y entornos.
    Por ello, una estrategia de transición justa debe incluir el fomento de los espacios de diálogo y colaboración neutrales que faciliten el intercambio de conocimientos, experiencias y perspectivas, de forma que los diversos actores, como miembros de las comunidades afectadas, sociedad civil, expertos, representantes políticos y empresarios, puedan reunirse para discutir y buscar soluciones.

 

En resumen, la transición energética representa un punto crucial no solo en la lucha contra el cambio climático, sino también contra la pobreza energética. A medida que avanzamos hacia un futuro más sostenible, es esencial abordar de forma holística los desafíos que surjan en el camino, de forma que sea posible garantizar el acceso universal a la energía, reducir los costes de las soluciones energéticas sostenibles, proporcionar oportunidades de empleo equitativas y fomentar la participación activa de la ciudadanía. Al hacerlo, estaremos un paso más cerca de construir un futuro descarbonizado y sostenible para todos.