Beneficios de las Comunidades Energéticas Industriales para las pymes españolas

Las pequeñas y medianas empresas españolas son, actualmente, la columna vertebral de la economía nacional, representando una fuente crucial del empleo y valor añadido. Según los datos del Ministerio de Industria suponen el 99,8% del total de las empresas del país generando más del 62% del Valor Añadido Bruto y llegan casi al 70% del empleo empresarial total.

Sin embargo, en el marco de un entorno económico cada vez más exigente y competitivo, se enfrentan cada día a desafíos significativos que limitan su capacidad de competir en igualdad de condiciones con las grandes corporaciones.

Uno de ellos, es la falta de acceso a economías de escala, especialmente en al ámbito de la energía, donde se encuentran con unos costes que pueden llegar a representar una parte significativa de los gastos operativos. Esta situación lleva a las empresas a la necesidad constante de innovar y buscar soluciones que les permitan mantener y mejorar su posición en el mercado.

En este marco, emerge una solución estratégica para mejorar la competitividad de las pymes, las comunidades energéticas industriales, que tienen el potencial de reducir dichos costes y además promueven la sostenibilidad y la democratización de la energía.

¿Qué son las comunidades energéticas?

En palabras simples, una comunidad energética es una entidad cooperativa en la que sus miembros, ya sean particulares, entidades públicas o empresas, se agrupan para producir, gestionar y consumir energía de forma conjunta.

En España, la legislación actual reconoce dos tipos de comunidad energética de las que las empresas pueden formar parte siempre que cumplan una serie de condiciones:

    • Comunidad Energética Renovable (CER), previstas por la Directiva 2018/2001. Orientadas a fomentar el uso de la energía procedente de fuentes renovables, permiten la entrada de PYMES locales con menos de 250 trabajadores, un volumen de negocios anual inferior a 50 millones de euros anuales y un balance general por debajo de los 43 millones de euros.
    • Comunidad Ciudadana de Energía (CCE), previstas por la Directiva 2019/944. Tienen como objetivo el asegurar los derechos y libertades de acceso a la red en condiciones de igualdad y no discriminación; y, en este caso, solo permiten la presencia de microempresas y pequeñas empresas que no superen los 50 trabajadores y cuyo volumen de negocio esté por debajo de los 10 millones de euros.

Estas condiciones que, a priori pueden parecer estrictas, permitirían que casi el 99% de las pymes nacionales participasen en cualquiera de los dos tipos de comunidades. De hecho, en España, ya existen ejemplos de comunidades energéticas impulsadas por empresas, especialmente en parques empresariales. Es en estos espacios en los que se dan las condiciones perfectas para ejecutar este tipo de iniciativas por dos motivos principales, el primero de ellos, por la aglomeración de empresas en el mismo espacio que facilita la cooperación y la creación de sinergias entre ellas. El segundo motivo es por la facilidad para disponer de amplias superficies, como son las cubiertas de las naves, que ofrecen un espacio ideal para la instalación de infraestructuras de energías renovables.

Estas características permiten que las empresas que quieran puedan aprovechar al máximo los recursos disponibles y generar su propia energía de manera eficiente y sostenible.

Beneficios para pymes de las comunidades energéticas

La pregunta ahora es: ¿cómo pueden beneficiarse las pymes de las comunidades energéticas?

En primer lugar, uno de los beneficios más tangibles e inmediatos tiene que ver con el problema de los costes mencionado al principio; y es que estas comunidades permiten una reducción de los costes energéticos. De este modo, al compartir recursos y participar en la generación de energía renovable, las empresas pueden acceder a tarifas más competitivas que las ofrecidas por el mercado tradicional, llegando a conseguir reducciones de entre un 20% y un 40%. Este ahorro no solo hace que mejoren los márgenes operativos, sino que también libera recursos que pueden ser reinvertidos en otras áreas de la compañía.

Pero el impacto económico va más allá de una mera reducción de costes. En una economía en la que los precios de la energía son volátiles y, en ocasiones, difíciles de prever, la participación en una comunidad energética permite a las empresas beneficiarse de precios más estables, facilitando una planificación financiera más precisa y reduciendo al mismo tiempo los riesgos asociados.

En tercer lugar, si por algo se caracterizan las comunidades energéticas es la posibilidad de tomar decisiones y participar de forma activa en su gobernanza a diferencia de las grandes corporaciones energéticas donde no tienen ningún poder de decisión. Así, tienen la oportunidad de influir directamente en aspectos cruciales como el tipo de energía a utilizar, las inversiones a realizar en infraestructura y la distribución de beneficios. Esta capacidad de decisión no sólo fortalece la autonomía de la empresa respecto a su suministro energético, sino que también les permite influir en las estrategias energéticas a largo plazo, alineándolas con sus propios objetivos de negocio y también de sostenibilidad.

Otro de los beneficios, es la disminución del impacto ambiental y el impulso de la cohesión social en ámbito local ya que al participar en las comunidades energéticas las empresas tienen acceso a fuentes de energía renovables, reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles tradicionales, y mejorando consecuentemente su huella de carbono.

Teniendo en cuenta que, cada vez más, tanto los consumidores como los socios comerciales valoran este tipo de aspectos, contar con una energía limpia puede convertirse en un diferenciador crucial.

Por otro lado, en cuanto a los aspectos sociales, las empresas participantes de las comunidades suelen crear redes de colaboración entre ellas, fomentando sinergias que van más allá del ámbito energético. Efectivamente, se generan oportunidades para compartir conocimientos, desarrollar proyectos conjuntos y mejorar la competitividad global de las empresas involucradas. Además, al tratarse de iniciativas de participación abierta, las comunidades también ayudan a impulsar nuevas fórmulas de intercooperación a nivel local entre la ciudadanía, las administraciones públicas y las pymes.

En definitiva, las comunidades energéticas industriales suponen una oportunidad perfecta para que las empresas puedan superar las barreras impuestas por las economías de escala, ofreciéndoles acceso a una energía más económica y estable, y ayudando a mejorar su competitividad frente a las grandes corporaciones.