Transición energética: la importancia de las redes distribuidas y los grupos electrógenos
La energía es uno de los ejes principales sobre el que giran todas las actividades económicas y sociales.
De hecho, a lo largo de las últimas décadas, la demanda de energía primaria no ha dejado de crecer y, según la International Energy Agency (IEA), en 2040 habrá aumentado en más de un 30%. A esto, hay que añadirle que, con el objetivo de descarbonizarla, actualmente se está impulsando el proceso de electrificación de la economía, lo que supone que todos los sectores de actividad contribuirán aún más al aumento del consumo eléctrico.
Transición energética
Esta situación se produce además en un momento de lucha contra el cambio climático y sus consecuencias, buscando en todo momento alcanzar los objetivos de sostenibilidad y calidad de vida marcados. Por tanto, es necesario que el sector se transforme completamente, de forma que todos los agentes relacionados con el sistema eléctrico evolucionen a través de la llamada “Transición Energética”. Dicha transición implica pasar del modelo tradicional de generación de electricidad, caracterizado por estar centralizado y por recaer sobre el uso de tecnologías fósiles, a un nuevo modelo descarbonizado y basado en fuentes renovables, donde impere la generación distribuida.
Microrredes
En este contexto destacan como solución especialmente viable, fiable, accesible e inteligente las microrredes.
Consisten en sistemas hibridados de generación bidireccional que permiten la distribución de electricidad desde los proveedores a los consumidores utilizando tecnología digital y favoreciendo la integración de fuentes de generación renovable. Normalmente, cuentan con sistemas de control que predicen los consumos y ciclos de trabajo de sus elementos y con dispositivos de almacenamiento de energía que permiten compensar las demandas energéticas de forma que optimizan el aprovechamiento de cada uno de los elementos de la microrred mientras ayudan a suplir los puntos débiles.
Sin embargo, hemos de ser conscientes de que, incluso extendiendo el uso de dichas microrredes, en la actualidad un abastecimiento energético cubierto exclusivamente con energía renovable no es viable.
Por un lado, no tenemos capacidad para cubrir el 100% de la demanda energética solo con energías limpias -por no mencionar que no en todos los lugares hay disponibilidad y acceso a ellas- y, además, otro de los grandes problemas de las renovables es el de la intermitencia. La generación eléctrica renovable, a diferencia de la de origen fósil, no es ajustable a la demanda de forma que los picos de demanda no tienen por qué coincidir con los ciclos de máxima producción. La única manera de solucionar esto es mediante el almacenamiento energético, pero también aparecen múltiples limitaciones cuando se requiere hacerlo a gran escala.
Grupos electrógenos, la solución óptima
La tendencia global a corto y medio plazo es combinar la energía fósil y renovable, buscando eliminar los aspectos negativos de usar cada una de ellas individualmente y abrir la senda para reducir la dependencia de los recursos fósiles.
Y es en este escenario donde los grupos electrógenos aparecen como una solución óptima, ya que permiten aportar seguridad y estabilidad a los sistemas, al tiempo que satisfacen las necesidades energéticas.
En primer lugar, la integración de grupos electrógenos en el mix eléctrico resuelve de manera sólida la inestabilidad de las energías renovables al no depender de condiciones naturales muchas veces impredecibles, lo que se traduce en un aumento de la fiabilidad de los sistemas al tener asegurada la disponibilidad de energía.
Otro de los grandes beneficios que presentan es su capacidad para planificar su funcionamiento gracias a los sistemas de gestión inteligentes. Permiten programar periodos de funcionamiento en base a condiciones específicas o periodos temporales concretos, lo que aumenta la eficiencia del sistema y disminuye los costes de operación. Destaca también el que pueden funcionar como una alternativa de almacenamiento, proporcionando una respuesta rápida en aquellos casos en los que se produzcan variaciones de carga. Por último, su uso resulta especialmente interesante en lugares a los que no llega la red convencional, como zonas rurales o islas, permitiendo el acceso a una energía de calidad en estas zonas.
Es decir, los grupos electrógenos pueden llegar a ejercer un papel fundamental a lo largo de los próximos años, sirviendo de apoyo a la necesaria transformación del sistema eléctrico al tiempo que aumentan la fiabilidad, la seguridad y la eficiencia de las redes.