Alternativas energéticas para un futuro descarbonizado: el papel del hidrógeno

En las últimas décadas, la creciente dependencia de nuestra economía de los combustibles fósiles ha agravado los desafíos tanto ambientales como económicos. Esto es debido a la combinación de dos factores: el crecimiento de la demanda energética necesaria para que las sociedades sigan funcionando y la progresiva disminución de las reservas de los combustibles fósiles. Esta situación ha generado tensiones significativas en la cadena de suministro energético, evidenciando la necesidad urgente de encontrar alternativas sostenibles. Como respuesta a esta situación, una gran parte de los esfuerzos recientes en I+D+i se han enfocado en la descarbonización de la sociedad.

Ahora bien, para que la descarbonización sea realmente eficiente, es necesario entender que el nuevo sistema energético deberá estar compuesto por una combinación de tecnologías capaces de satisfacer la creciente demanda energética de manera sostenible. En este escenario, el hidrógeno se presenta como un vector energético clave, tanto a nivel industrial como doméstico, con un enorme potencial para transformar el panorama energético global.

Hidrógeno: El comodín energético del futuro

Una de las características que hacen que el hidrógeno se posicione como gran alternativa es el hecho de que puede producirse mediante energías renovables a través de la electrólisis. Esta tecnología permite convertir los excedentes energéticos que se producen en los picos de generación renovable, cuando hay abundancia de sol o viento, en hidrógeno, un portador de energía limpio (al utilizar energías renovables para su producción las emisiones del proceso son muy bajas) y versátil. Además, este hidrógeno puede ser almacenado durante largos periodos sin pérdidas significativas; para posteriormente reconvertirse tanto en electricidad, mediante pilas de combustible o grupos electrógenos, como en calor, utilizando calderas.

Además de su capacidad de almacenamiento, el hidrógeno ofrece flexibilidad también en términos de transporte. Puede ser distribuido a través de una red de tuberías similar a la utilizada para el gas natural, aunque también es viable una producción local o descentralizada, lo que reduciría significativamente los costos de transporte. Esta descentralización favorecería la sostenibilidad y autosuficiencia del sistema eléctrico en desarrollo, aumentando la capacidad de almacenamiento y proporcionando una mayor flexibilidad y disponibilidad de energía limpia.

El hidrógeno también juega un papel clave en la industria química actual y futura, siendo un recurso valioso en procesos como la producción de gasolinas y otros derivados del petróleo. En el futuro, será fundamental en la creación de combustibles sintéticos a partir de CO2, lo que contribuirá significativamente a la reducción de la huella de carbono de estos combustibles.

Destacan la electrólisis alcalina, una de las tecnologías más antiguas; la electrólisis de membrana de intercambio protónico (PEM), cuyo desarrollo se ha acelerado en la última década; y la electrólisis de óxido sólido (SOEC), que se encuentra en desarrollo y destaca en industrias con excedentes de calor.

Los colores del H2

El camino de la transición energética hacia la descarbonización no puede prescindir de los combustibles fósiles de inmediato, sino que requiere de un enfoque planificado y gradual que considere su impacto ambiental. Aunque la producción de hidrógeno mediante energías renovables es la opción más sostenible y preferida a largo plazo, otras tecnologías aún juegan un papel importante en este proceso. Estas tecnologías permiten que el hidrógeno se produzca a partir de distintas fuentes, lo que ha llevado a la clasificación de este gas en distintos «colores», según las materias primas utilizadas y los métodos de producción aplicados.

  • El hidrógeno dorado se refiere al que existe de manera natural en la Tierra, en yacimientos subterráneos, y no requiere de procesos industriales para su obtención.
  • El hidrógeno marrón proviene de la gasificación del carbón, un proceso con altas emisiones de carbono.
  • El hidrógeno gris, producido a partir de gas natural, también emite grandes cantidades de CO2 durante su producción, y es actualmente uno de los más comunes.
  • El hidrógeno azul se produce de manera similar al gris, pero incluye sistemas de captura y almacenamiento de carbono (CCS), lo que permite reducir considerablemente las emisiones contaminantes y es una opción de transición hacia una energía más limpia.
  • El hidrógeno rosa se obtiene utilizando electricidad de origen nuclear, que, aunque es baja en emisiones, plantea debates por los residuos nucleares.
  • El hidrógeno amarillo se refiere a aquel producido utilizando electricidad de un mix energético que puede incluir tanto fuentes renovables como no renovables, lo que genera un impacto ambiental intermedio.
  • El hidrógeno verde, considerado el más sostenible, se genera a partir de energías renovables, como la solar o eólica, garantizando un proceso de producción con cero emisiones de carbono.

Al establecer esta nomenclatura, se facilita una mejor comprensión de la huella ambiental y de las ventajas o desventajas de cada tipo de hidrógeno, lo que resulta crucial para el diseño de políticas energéticas y para guiar decisiones de inversión hacia tecnologías más limpias.

La evolución tecnológica detrás del hidrógeno verde

El crecimiento de las energías renovables ha impulsado el desarrollo de la electrólisis de agua como una de las principales tecnologías para producir hidrógeno verde. Este proceso utiliza energía limpia, como la solar o la eólica, para separar la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno. Actualmente, existen tres tecnologías comerciales de electrólisis, y una en desarrollo:

  • La electrólisis alcalina. Emplea un medio básico y opera a temperaturas próximas a 80ºC y presión atmosférica (1,01325 bar), aunque se puede trabajar con hasta 30 bar. Se usan densidades de corriente bajas, lo cual implica una menor producción por superficie ocupada, pero se consiguen eficiencias elevadas, próximas al 70%. Para su construcción se pueden emplear materiales abundantes como el acero o el níquel.
  • La electrólisis PEM (membrana polimérica protónica). Emplea un medio ácido y opera a temperaturas algo más bajas que la anterior (60ºC), y presiones más elevadas, por encima de los 30 bar. Se usan densidades de corriente elevadas, permitiendo crear equipos muy compactos, pero la eficiencia es ligeramente menor. En su construcción se han de emplear metales raros, lo cual encarece estos equipos.
  • La electrólisis SOEC (celda de electrolizador de óxido sólido). Se caracteriza por tener un electrolito sólido y emplear agua a muy altas temperaturas, alrededor de 800ºC, y presión atmosférica. La densidad de corriente empleada es algo inferior a la empleada en los electrolizadores PEM, dando lugar a equipos compactos; y se consiguen eficiencias de incluso el 80%, aunque necesitan un aporte externo de energía en forma de calor. Los materiales empleados son más caros debido a que deben aguantar las elevadas temperaturas.
  • La electrólisis AEM (membrana de intercambio aniónico). Combina lo mejor de las tecnologías PEM (las condiciones de temperatura y presión) y alcalina (el medio básico); obteniendo densidades de corriente elevadas y una eficiencia media entre la electrólisis PEM y la alcalina. Sin embargo, los equipos actuales todavía no tienen el nivel de desarrollo necesario para ser competitivo. Si bien los materiales necesarios son abundantes, el problema reside en la membrana, para la que todavía no se ha desarrollado un material adecuado.

Pioneros en hidrógeno: GENESAL Energy apuesta por el cambio

En GENESAL Energy la apuesta por el hidrógeno es clara. A través del proyecto H2OG, financiado a través de las Ayudas a Planes de Innovación y Sostenibilidad en el ámbito de la industria manufacturera del Ministerio de Industria y Turismo, estamos desarrollando un equipo de producción de hidrógeno, nuestro propio electrolizador, con el objetivo de adquirir experiencia en esta tecnología. A medio plazo, este conocimiento nos permitirá realizar de forma óptima la integración de este vector energético en nuestros equipos, no solo en los grupos electrógenos, sino también en el sistema de gestión y almacenamiento.

El desarrollo de este proyecto comenzó con el diseño de un electrolizador a pequeña escala, que permite validar su funcionamiento y garantizar los resultados esperados. Esta planificación es clave antes de construir el equipo final, de mayor tamaño, para ya que permite resolver posibles problemas de diseño antes de la integración definitiva en el sistema productivo, lo que se traduce en costes menores.

Si quieres saber más con el proyecto, mira el siguiente vídeo, en el que Guillermo Martínez, Ingeniero Químico, nos explica un poco más sobre el tema.

Beneficios de las Comunidades Energéticas Industriales para las pymes españolas

Las pequeñas y medianas empresas españolas son, actualmente, la columna vertebral de la economía nacional, representando una fuente crucial del empleo y valor añadido. Según los datos del Ministerio de Industria suponen el 99,8% del total de las empresas del país generando más del 62% del Valor Añadido Bruto y llegan casi al 70% del empleo empresarial total.

Sin embargo, en el marco de un entorno económico cada vez más exigente y competitivo, se enfrentan cada día a desafíos significativos que limitan su capacidad de competir en igualdad de condiciones con las grandes corporaciones.

Uno de ellos, es la falta de acceso a economías de escala, especialmente en al ámbito de la energía, donde se encuentran con unos costes que pueden llegar a representar una parte significativa de los gastos operativos. Esta situación lleva a las empresas a la necesidad constante de innovar y buscar soluciones que les permitan mantener y mejorar su posición en el mercado.

En este marco, emerge una solución estratégica para mejorar la competitividad de las pymes, las comunidades energéticas industriales, que tienen el potencial de reducir dichos costes y además promueven la sostenibilidad y la democratización de la energía.

¿Qué son las comunidades energéticas?

En palabras simples, una comunidad energética es una entidad cooperativa en la que sus miembros, ya sean particulares, entidades públicas o empresas, se agrupan para producir, gestionar y consumir energía de forma conjunta.

En España, la legislación actual reconoce dos tipos de comunidad energética de las que las empresas pueden formar parte siempre que cumplan una serie de condiciones:

    • Comunidad Energética Renovable (CER), previstas por la Directiva 2018/2001. Orientadas a fomentar el uso de la energía procedente de fuentes renovables, permiten la entrada de PYMES locales con menos de 250 trabajadores, un volumen de negocios anual inferior a 50 millones de euros anuales y un balance general por debajo de los 43 millones de euros.
    • Comunidad Ciudadana de Energía (CCE), previstas por la Directiva 2019/944. Tienen como objetivo el asegurar los derechos y libertades de acceso a la red en condiciones de igualdad y no discriminación; y, en este caso, solo permiten la presencia de microempresas y pequeñas empresas que no superen los 50 trabajadores y cuyo volumen de negocio esté por debajo de los 10 millones de euros.

Estas condiciones que, a priori pueden parecer estrictas, permitirían que casi el 99% de las pymes nacionales participasen en cualquiera de los dos tipos de comunidades. De hecho, en España, ya existen ejemplos de comunidades energéticas impulsadas por empresas, especialmente en parques empresariales. Es en estos espacios en los que se dan las condiciones perfectas para ejecutar este tipo de iniciativas por dos motivos principales, el primero de ellos, por la aglomeración de empresas en el mismo espacio que facilita la cooperación y la creación de sinergias entre ellas. El segundo motivo es por la facilidad para disponer de amplias superficies, como son las cubiertas de las naves, que ofrecen un espacio ideal para la instalación de infraestructuras de energías renovables.

Estas características permiten que las empresas que quieran puedan aprovechar al máximo los recursos disponibles y generar su propia energía de manera eficiente y sostenible.

Beneficios para pymes de las comunidades energéticas

La pregunta ahora es: ¿cómo pueden beneficiarse las pymes de las comunidades energéticas?

En primer lugar, uno de los beneficios más tangibles e inmediatos tiene que ver con el problema de los costes mencionado al principio; y es que estas comunidades permiten una reducción de los costes energéticos. De este modo, al compartir recursos y participar en la generación de energía renovable, las empresas pueden acceder a tarifas más competitivas que las ofrecidas por el mercado tradicional, llegando a conseguir reducciones de entre un 20% y un 40%. Este ahorro no solo hace que mejoren los márgenes operativos, sino que también libera recursos que pueden ser reinvertidos en otras áreas de la compañía.

Pero el impacto económico va más allá de una mera reducción de costes. En una economía en la que los precios de la energía son volátiles y, en ocasiones, difíciles de prever, la participación en una comunidad energética permite a las empresas beneficiarse de precios más estables, facilitando una planificación financiera más precisa y reduciendo al mismo tiempo los riesgos asociados.

En tercer lugar, si por algo se caracterizan las comunidades energéticas es la posibilidad de tomar decisiones y participar de forma activa en su gobernanza a diferencia de las grandes corporaciones energéticas donde no tienen ningún poder de decisión. Así, tienen la oportunidad de influir directamente en aspectos cruciales como el tipo de energía a utilizar, las inversiones a realizar en infraestructura y la distribución de beneficios. Esta capacidad de decisión no sólo fortalece la autonomía de la empresa respecto a su suministro energético, sino que también les permite influir en las estrategias energéticas a largo plazo, alineándolas con sus propios objetivos de negocio y también de sostenibilidad.

Otro de los beneficios, es la disminución del impacto ambiental y el impulso de la cohesión social en ámbito local ya que al participar en las comunidades energéticas las empresas tienen acceso a fuentes de energía renovables, reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles tradicionales, y mejorando consecuentemente su huella de carbono.

Teniendo en cuenta que, cada vez más, tanto los consumidores como los socios comerciales valoran este tipo de aspectos, contar con una energía limpia puede convertirse en un diferenciador crucial.

Por otro lado, en cuanto a los aspectos sociales, las empresas participantes de las comunidades suelen crear redes de colaboración entre ellas, fomentando sinergias que van más allá del ámbito energético. Efectivamente, se generan oportunidades para compartir conocimientos, desarrollar proyectos conjuntos y mejorar la competitividad global de las empresas involucradas. Además, al tratarse de iniciativas de participación abierta, las comunidades también ayudan a impulsar nuevas fórmulas de intercooperación a nivel local entre la ciudadanía, las administraciones públicas y las pymes.

En definitiva, las comunidades energéticas industriales suponen una oportunidad perfecta para que las empresas puedan superar las barreras impuestas por las economías de escala, ofreciéndoles acceso a una energía más económica y estable, y ayudando a mejorar su competitividad frente a las grandes corporaciones.

Innovación para un futuro sostenible

“Solamente a través de la innovación será posible reducir el CO2, mejorar la eficiencia energética y aliviar la presión sobre los recursos.”

María Teresa Costa i Campi, Catedrática de economía aplicada en la Universidad de Barcelona.

En un mundo en el que el cambio climático y la degradación ambiental son temas prioritarios, la innovación tecnológica debe adquirir un rol protagonista en el desarrollo sostenible: no será posible superar los desafíos ambientales y sociales que enfrentamos como consecuencia de la actual crisis climática sin la convergencia entre tecnología y sostenibilidad. 

El papel de la tecnología en la sociedad

La tecnología siempre ha sido una fuerza impulsora en el progreso humano, transformando la economía y ayudando a mejorar la calidad de vida. Sin embargo, este progreso ha venido acompañado de un significativo impacto ambiental, que va desde la contaminación del aire y del agua hasta la explotación insostenible de los recursos naturales. Es decir, la innovación tecnológica es un arma de doble filo: ha sido parte del problema, pero puede y debe convertirse una pieza esencial de la solución.

Para ello, la tecnología debe evolucionar hacia prácticas más sostenibles, como son el desarrollo de energías limpias, la creación de productos más eficientes o la implementación de prácticas menos contaminantes. La clave para alcanzar estos objetivos la encontramos en la innovación, en la búsqueda de nuevas formas de seguir satisfaciendo las necesidades de las actuales sociedades sin comprometer la salud del planeta.

Combustibles sostenibles: la columna vertebral del futuro energético

La transición hacia combustibles sostenibles es uno de los elementos más cruciales en la lucha contra el cambio climático, ya que, aunque en el campo de las energías renovables se están haciendo grandes avances, no es posible llevar la electrificación a todos los sectores. Por ello, es fundamental explorar y desarrollar alternativas de combustibles sostenibles que permitan reducir en gran medida la dependencia de los combustibles fósiles.

El Hidrobiodiésel, o HVO (Hydrotreated Vegetable Oil), es una de estas grandes alternativas. Se produce a partir de aceites vegetales y grasas animales y, a diferencia del biodiésel convencional, el HVO se obtiene mediante un proceso de hidrogenación, lo que resulta en un combustible más limpio y con mejores propiedades de combustión. Este combustible reduce significativamente las emisiones de CO2, NOx y partículas en comparación con el diésel fósil, y es compatible con la infraestructura existente de distribución y los motores diésel actuales. Además, el HVO tiene una densidad energética similar al diésel convencional, lo que lo convierte en una opción práctica y eficiente para el transporte y otras aplicaciones energéticas.

Por otro lado, pasando al sector de los combustibles gaseosos, otra de las grandes promesas la encontramos en el hidrógeno (H2). Cuando se utiliza en celdas de combustible, este gas puede producir electricidad con agua como único subproducto, convirtiéndolo en una solución de cero emisiones. Además, también es posible producir hidrógeno de manera sostenible mediante la electrólisis del agua y utilizando energía renovable. Si este es el caso, no se producen emisiones de CO2 y al producto obtenido se le conoce como “hidrógeno verde”. La adopción de hidrógeno como combustible puede contribuir significativamente a la descarbonización de sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado, la aviación y la industria.

El biogás, por su parte, es una mezcla de gases producidos por la descomposición de materia orgánica en ausencia de oxígeno. Este gas se compone principalmente de metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2); y su producción a partir de residuos agrícolas, estiércol, desechos orgánicos y aguas residuales no solo proporciona una fuente de energía renovable, sino que también ayuda a realizar una gestión de los residuos más eficiente. El biogás puede ser purificado para obtener biometano, que tiene propiedades similares al gas natural y puede ser utilizado en la red de gas existente.

Eficiencia energética: sistemas de gestión avanzados

Para maximizar los beneficios de cualquier fuente de energía, sea o no renovable, es crucial implementar sistemas de gestión energética avanzados. Estos sistemas permiten monitorear, controlar y optimizar el uso de la energía en diferentes sectores, mejorando la eficiencia y reduciendo el consumo, lo que a su vez lleva a una disminución de las emisiones.

Existen diversas maneras de mejorar la eficiencia de los sistemas de energía, entre las que destaca la aplicación de algoritmos de gestión que permitan ajustar de manera dinámica la producción y el consumo de energía en función de la oferta y la demanda. Por ejemplo, en sistemas de energía solar o eólica, dichos algoritmos pueden prever la disponibilidad de energía y adaptar la producción en consecuencia, optimizando el rendimiento y minimizando el desperdicio.

Además, en un contexto como en el que vivimos, en el que se busca aumentar la inserción de energías renovables en la red eléctrica, la combinación de los algoritmos de gestión con sistemas de almacenamiento de energía es especialmente relevante. Recordemos que este tipo de energías no sólo son intermitentes por naturaleza, sino que no podemos ejercer ningún tipo de control sobre su disponibilidad. Los sistemas de almacenamiento, como las baterías, pueden capturar el exceso de energía cuando está disponible y liberarla cuando sea necesario, pero no tienen la capacidad de gestionarla de forma eficiente por sí solos. Es ahí donde entra en juego la importancia de los algoritmos de gestión, que permiten coordinar la operación del almacenamiento y optimizar su funcionamiento en función no sólo de la demanda energética, sino también de las condiciones del sistema.

Además, recordemos que uno de los pilares de la transición energética es el aumento de micro-redes y de smart grids, donde se integran diversas fuentes de energía distribuida, sistemas de almacenamiento a pequeña escala y focos consumidores. Aunque no es sencillo gestionar todos estos elementos de manera eficiente y coordinada, los avances en algoritmos de control permiten facilitar esta tarea, permitiendo mejorar la estabilidad y fiabilidad de las redes.

Inteligencia Artificial: el motor de la sostenibilidad

La Inteligencia Artificial (IA) está transformando nuestra aproximación a los desafíos ambientales al ofrecer soluciones innovadoras y eficientes para reducir el impacto medioambiental de las operaciones industriales. Aunque existen múltiples campos de aplicación de la IA en el sector industrial, como la lógica heurística o los sistemas de expertos; nos vamos a centrar en el mantenimiento predictivo gracias a su potencial para alargar la vida útil de los equipos, reducir residuos y optimizar el consumo de recursos.

El mantenimiento predictivo consiste en supervisar el funcionamiento de los equipos utilizando técnicas de monitoreo en tiempo real, análisis de datos y tecnologías avanzadas, como la IA, para para detectar los problemas antes de que sucedan o de que tengan consecuencias graves. Es decir, se trata de detectar el origen del fallo antes de que realmente se produzca. De esta forma, es posible garantizar que sólo se realizan las acciones necesarias en el momento que hacen falta, lo que, a su vez, implica menores costos de piezas y de mano de obra, aumenta la disponibilidad del operario y disminuye el tiempo en el que el grupo está inactivo (ya que, durante el periodo de mantenimiento, este no puede estar funcionando).

Este tipo de estrategias pueden tener un impacto significativo en la sostenibilidad en varias áreas clave Este tipo de estrategias ofrece múltiples beneficios en términos de sostenibilidad y eficiencia operativa. En primer lugar, se logra una reducción de las emisiones producidas durante los mantenimientos, ya que se minimizan las revisiones innecesarias y, por ende, el número de viajes que deben realizar los operarios. Esto tiene un impacto directo en la disminución de las emisiones generadas por el transporte. Además, se logra un ahorro significativo de energía al mantener los equipos en condiciones óptimas de funcionamiento, evitando el consumo excesivo de energía que suelen causar los equipos defectuosos o mal mantenidos.

Otro aspecto crucial es la optimización del gasto de materiales usados. Al identificar y corregir posibles fallos antes de que se conviertan en problemas mayores, los arreglos necesarios suelen ser más simples y menos costosos. Por ejemplo, detectar que un filtro de aceite de un motor no funciona correctamente y reemplazarlo es una tarea sencilla y barata. Sin embargo, si este problema no se aborda a tiempo, puede llevar al sobrecalentamiento del motor y a fallos más graves y costosos de reparar.

Finalmente, el mantenimiento predictivo contribuye significativamente a la reducción de la cantidad de residuos generados. Al prolongar la vida útil de los equipos y evitar fallos catastróficos que podrían requerir reemplazos completos, se disminuye la cantidad de desechos producidos, promoviendo una gestión más sostenible y responsable de los recursos.

Genesal Energy: comprometidos con la innovación sostenible

En Genesal Energy estamos comprometidos con esta visión del rol que juegan la tecnología y la innovación en la transición energética hacia un futuro más sostenible. Por ello, muchas veces en colaboración con diversas instituciones tanto públicas como privadas, participamos en el desarrollo de nuevas tecnologías que ayuden a luchar contra el cambio climático. Así, no solo apostamos por la eficiencia en todos nuestros productos, sino que trabajamos constantemente en la mejora de los sistemas de generación distribuida para que puedan funcionar con combustibles sostenibles. Prueba de ello son los proyectos desarrollados en materia de HVO, hidrógeno y biogás. Además, también desarrollamos nuestro sistema propio de almacenamiento y gestión inteligente de la energía, como es el OGGY, que permite optimizar todos los flujos energéticos, tanto los de generación como los de consumo.

Además, como no somos de conformarnos, también buscamos innovar en nuestros propios procesos productivos. Por ello, integramos las prácticas sostenibles en el centro de nuestras operaciones a través de iniciativas como son la instalación de una fachada fotovoltaica o el reaprovechamiento de los flujos energéticos en fábrica.

Gracias a esta forma de trabajar, queremos demostrar que es posible equilibrar crecimiento económico y sostenibilidad ambiental, liderando el camino hacia un futuro energético más verde y responsable.

Transición Energética Justa para todos: abordando la pobreza energética

La necesidad de completar la Transición Energética hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles ha sido ampliamente reconocida por la comunidad científica internacional como un objetivo crucial en la lucha contra el cambio climático y la degradación ambiental.

Sin embargo, en este camino no se debe perder de vista un aspecto fundamental cuando se habla de energía: el trilema energético, es decir, la búsqueda del equilibrio entre los 3 factores fundamentales de la política energética que se desarrolla a continuación:

  • Seguridad. El suministro debe ser estable y capaz de satisfacer la demanda actual y futura.
  • Protección medioambiental. Se debe evolucionar hacia fuentes de energía con menor impacto ambiental y emisiones reducidas de gases de efecto invernadero.
  • Equidad energética. El acceso a la energía debe ser asequible y justo para todos, incluyendo para los grupos más vulnerables y desfavorecidos.

 

¿Qué significa esto? Que además de sostenible y resiliente, la transición energética debe ser inclusiva y justa para todos, o, lo que es lo mismo, debe abordar la pobreza energética de manera efectiva.

Entendiendo la pobreza energética

Definir el término pobreza energética no es sencillo, ya que, cuando hablamos de ella, no nos referimos simplemente a la incapacidad de pagar facturas, sino que se trata de un problema multifacético que impide que los hogares puedan alcanzar un nivel materialmente necesario de servicios domésticos y esenciales de la energía. Por poner algunos ejemplos, se trata de situaciones que van desde la falta de acceso a fuentes energéticas modernas hasta aquellas relacionadas con viviendas ineficientes o mal aisladas que conducen a un aumento de los costes energéticos que llegan a niveles prohibitivos; o sistemas de calefacción y refrigeración insuficientes que no cubren las necesidades básicas. Así, en función del grado de pobreza sufrido, sus consecuencias pueden ir desde repercusiones relacionadas con el bienestar de las personas hasta implicaciones sobre la salud o la participación efectiva en la sociedad.

La intersección entre transición y pobreza energéticas

En este contexto, la transición energética puede convertirse en una poderosa herramienta a la hora de abordar la pobreza de este ámbito. Al mismo tiempo, también es necesario trabajar en desafíos únicos que se presentan y que permitirían mejorar la situación siendo los más relevantes:

  • Equidad y acceso universal. Uno de los principales objetivos de la transición energética, ligado también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (en concreto, al ODS 7), es garantizar que todas las personas tengan acceso a fuentes de energía asequibles y sostenibles. Dicha meta se marcó teniendo en cuenta el actual contexto mundial, en el que más de 700 millones de personas todavía viven sin ningún tipo de acceso a energía eléctrica, lo que limita su capacidad de alcanzar un nivel de vida digno.
    En este sentido, el proceso de la transición energética debe ir más allá de la simple sustitución de fósiles por energías renovables, el cambio debe realizarse abordando las desigualdades estructurales que perpetúan la falta de acceso a la energía.
  • Costes. Si bien las energías renovables y los combustibles sostenibles están experimentando disminuciones de los costes, todavía existen barreras económicas significativas para su adopción generalizada. Por ejemplo, la sustitución de un vehículo de motor de combustión por uno eléctrico, o simplemente la adquisición de un combustible con menores emisiones, requieren desembolsos económicos sustanciales que pueden estar fuera del alcance de hogares y comunidades con recursos financieros limitados.
    En este sentido, es crucial desarrollar mecanismos de financiación y programas de incentivos innovadores para hacer que las energías relacionadas con la transición sean más accesibles para todos.
  • Reestructuración económica. La transición energética también plantea desafíos en relación con el sistema económico y de empleo. A medida que disminuimos la dependencia de los combustibles fósiles y avanzamos hacia una economía descarbonizada, es probable que ciertos sectores, como la industria del carbón o del petróleo, experimenten disminuciones en la demanda y la producción. Esta situación podría tener consecuencias negativas significativas sobre los trabajadores que dependen de estas industrias.
    Por ello, las medidas de reconversión laboral hacia empleos emergentes en el campo de las energías limpias son esenciales si el proceso de transición se quiere llevar a cabo de manera justa y equitativa.
  • Justicia climática y participación comunitaria. Son los dos principios que deben impulsar la transición energética, lo que significa que las comunidades afectadas no solo por la pobreza energética, sino también por los impactos negativos de los sistemas energéticos convencionales, deben tener voz en las decisiones que afectan a sus vidas y entornos.
    Por ello, una estrategia de transición justa debe incluir el fomento de los espacios de diálogo y colaboración neutrales que faciliten el intercambio de conocimientos, experiencias y perspectivas, de forma que los diversos actores, como miembros de las comunidades afectadas, sociedad civil, expertos, representantes políticos y empresarios, puedan reunirse para discutir y buscar soluciones.

 

En resumen, la transición energética representa un punto crucial no solo en la lucha contra el cambio climático, sino también contra la pobreza energética. A medida que avanzamos hacia un futuro más sostenible, es esencial abordar de forma holística los desafíos que surjan en el camino, de forma que sea posible garantizar el acceso universal a la energía, reducir los costes de las soluciones energéticas sostenibles, proporcionar oportunidades de empleo equitativas y fomentar la participación activa de la ciudadanía. Al hacerlo, estaremos un paso más cerca de construir un futuro descarbonizado y sostenible para todos.

El IV Foro sobre Huella de Carbono Corporativa reunió a empresas y profesionales interesados en disminuir su impacto en el cambio climático

El acto, que fue un éxito de convocatoria, se celebró en la sede de la Asociación de Empresarios de Bergondo.

Foro sobre Huella de Carbono Corporativa

La Cátedra de Transición Energética Genesal Energy de la USC organizó el IV Seminario de Huella de Carbono Corporativa para PYMES, un encuentro anual que reunió a técnicos y profesionales del mundo de la pequeña y mediana empresa comprometidos con la sostenibilidad.

Con el objetivo de profundizar en el conocimiento de la huella de carbono como indicador clave para mejorar las estrategias de sostenibilidad de las empresas, el seminario contó con la participación de expertos que compartieron su experiencia sobre la medición y reducción de la huella de carbono, así como sobre la integración de la sostenibilidad en la estrategia empresarial. Los ponentes fueron el Dr. Enrique Roca Bordello, director de la Cátedra, y el Dr. Eugenio Fernández Carrasco, ambos investigadores del departamento de Ingeniería Química de la USC; el CEO&CFO de Genesal Energy, Julio Arca, y la Coordinadora de Sostenibilidad en Genesal Energy, Antía Míguez Fariña. 

Durante la primera parte de la jornada, Enrique Roca y Eugenio Fernández, centraron sus intervenciones en las claves para identificar los diferentes parámetros de la huella de carbono, las metodologías más utilizadas y como poder medirlo dentro de las empresas. Además, presentaron diversas herramientas prácticas que permiten a las organizaciones gestionar el seguimiento de sus emisiones para mejorar los indicadores de sostenibilidad en sus operaciones.

La experiencia de Genesal con la huella de carbono corporativa

Por su parte, Julio Arca y Antía Míguez, focalizaron su mensaje en la experiencia que tienen como empresa sostenible y comprometida socialmente. En este caso, explicaron las pautas que creen que una empresa debe tener para estar al día en su estrategia ESG y convertirse así en referentes en la puesta en práctica de políticas de sostenibilidad corporativa. También analizaron el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, instrumento de referencia para poner un precio justo al carbono emitido durante la producción de bienes intensivos en carbono que entran en la UE, y para fomentar una producción industrial más limpia en países no pertenecientes a la UE.

El CEO&CFO de Genesal, Julio Arca y uno de los impulsores de la iniciativa, señaló que “este tipo de encuentros son esenciales para crear ese espacio de intercambio de conocimiento entre el ámbito académico y empresarial, que conllevan una mayor concienciación, un mayor conocimiento y un aumento del número de empresas que pondrán en práctica políticas de sostenibilidad”.

Un encuentro que sirvió para establecer pautas que impulsen la integración de la huella de carbono en las estrategias empresariales y que dado el interés que suscita seguirá celebrándose anualmente. 

¿En qué consiste el mecanismo de ajuste en frontera por carbono y por qué es tan polémico?

  • La UE propone aplicar un arancel sobre los productos intensivos en carbono importados.

  • La medida (CBAM) se aplicará en dos fases, entrará en vigor en 2026 e inicialmente se aplicará a importaciones de sectores como cemento hidrógeno y electricidad.

En el marco de la lucha contra el cambio climático, la Unión Europea (UE) ha lanzado lo que consideran uno de los instrumentos clave dentro del Pacto Verde Europeo: el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, también conocido como MAFC o CBAM (por sus siglas en inglés, Carbon Border Adjustment Mechanism). Se trata de una parte esencial del paquete de medidas “Fit for 55”, un conjunto de propuestas de revisión y actualización de la legislación de la UE destinadas a garantizar el cumplimiento del objetivo intermedio de la UE de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) en un 55% respecto a 2030.

Esta propuesta ya ha sido tildada de “audaz, complicada y controvertida” y varios países ya han expresado su preocupación por su aplicación. Sin duda, la medida va a perturbar las relaciones comerciales entre la UE y sus socios, pero vamos a ver en qué consiste exactamente.

El CBAM está pensado para aplicarse en paralelo al régimen de comercio de derechos de emisión (RCDE) de la UE y así contrarrestar la fuga de carbono. Basado en el principio de “tope y trueque”, el RCDE establece un precio al carbono y, cada año, las industrias cubiertas por él deben comprar los derechos de emisión correspondientes a sus emisiones de GEIs. Dichos derechos están limitados, y todos los años se rebaja el tope con el objetivo de crear incentivos financieros para que las empresas reduzcan sus emisiones.

Riesgo de fuga

El problema es que esto podría desembocar en lo que se conoce como fuga de carbono: aunque algunas empresas cuyos procesos productivos son altos en emisiones de GEIs tienen asignados derechos gratuitos para respaldar su competitividad, estos se van a ir eliminando progresivamente, apareciendo el riesgo de que consideren trasladar su producción a otros países de fuera de la UE para así evitar el aumento de costes asociado al RCDE, importando productos con un precio más ventajoso en detrimento del medio ambiente. 

Y es aquí donde aparece el CBAM. Se trata de un arancel sobre los productos intensivos en carbono importados desde la UE, de forma que la balanza se equilibraría al igualar el precio del carbono de las importaciones con el precio del carbono de la producción en la UE. La eliminación progresiva de la asignación gratuita de derechos en el marco del RCDE se producirá en paralelo con la introducción del mecanismo CBAM, garantizando la coherencia entre los objetivos climáticos y la política comercial.

El CBAM se aplicará en dos fases, de forma que antes de la entrada en operación del sistema definitivo, se producirá un periodo transitorio cuyos objetivos son:

  • Servir de aprendizaje tanto para los importadores como los productores y las autoridades implicadas.
  • Permitir la recopilación de información sobre las emisiones de GEIs para ayudar a perfeccionar las metodologías de cálculo de dichas emisiones.
  • Adaptar el precio del carbono producido en la UE con el de las mercancías importadas.

Este primer periodo transitorio irá desde el 1 de octubre de 2023 al 31 de diciembre de 2025, e inicialmente se aplica sólo a las importaciones procedentes de los sectores que más riesgo de fuga de carbono presentan: cemento, hierro/acero, aluminio, hidrógeno, fertilizantes y electricidad (aunque ya se ha acordado que esto se va a extender a más productos, como los químicos y los polímeros). Los bienes concretos que están afectados por el CBAM se detallan en los Anexos I y II del Reglamento de Ejecución (UE) 2023/1773, donde aparecen los códigos CN de todos los materiales afectados. Además, también se exponen las obligaciones derivadas de la importación de dichos bienes:

  1. Inscribirse en el Registro transitorio CBAM, que permite la comunicación entre todas las partes del mecanismo (Comisión Europea, autoridades competentes y aduaneras, comerciantes y empresas declarantes).
  2. Presentar informes CBAM de forma trimestral. Serán los importadores de mercancías (o sus representantes aduaneros indirectos) los encargados de notificar las emisiones de GEIs implícitas en sus importaciones. El informe debe presentarse en el plazo máximo de un mes después del final del trimestre, y los cálculos de emisiones se pueden realizar de 3 formas:
    1. Utilizando valores de referencia por defecto publicados por la Comisión Europea. Este método solo puede utilizarse para notificar el 100% de las emisiones implícitas hasta julio de 2024; pudiéndose utilizar durante el resto del periodo transitorio para notificar hasta un 20% de las mismas.
    2. Utilizando una metodología equivalente que tenga en cuenta o un sistema de fijación del precio del carbono, o un sistema obligatorio de seguimiento de las emisiones, o un sistema de seguimiento que pueda incluir la verificación de un tercero acreditado, siempre en el lugar en el que esté ubicada la instalación. Este método se puede utilizar para las importaciones realizadas hasta diciembre de 2024. 
    3. Utilizando la nueva metodología proporcionada por la UE. Se podrá aplicar a lo largo de todo el periodo transitorio.

Así, no será necesario realizar ningún pago o ajuste financiero durante esta primera fase.

Una vez entre en vigor de forma plena el mecanismo, el 1 de enero de 2026, los importadores estarán obligados a comprar los certificados CBAM correspondientes. Cabe señalar que este mecanismo no es un impuesto a liquidar a la importación, sino que la compra de los certificados debe adquirirse antes de efectuar la importación de los productos sujetos al CBAM. Si el importador puede probar que ya se ha pagado un precio del carbono durante la producción de las mercancías importadas, este importe se podrá descontar del correspondiente que se deba redimir al CBAM.

A posteriori, y con la fecha límite del 31 de mayo de cada año, el importador o su representante deberá entregar, ahora sí anualmente, el informe, notificando las mercancías importadas el año natural anterior y sus correspondientes emisiones, así como el número de certificados CBAM adquiridos para dicha importación.

Se trata de un mecanismo complejo, por problemas tanto técnicos como geopolíticos, que enfrenta a las empresas de la UE a varios retos ya desde su periodo transitorio. Es más, su éxito o fracaso va a depender de las reacciones de terceros países, ya que será necesario intensificar el intercambio de información con los proveedores, y habrá muchos casos en los que surjan problemas para obtener la información requerida. Por tanto, no será hasta dentro de algunos años cuando sabremos si este mecanismo sirvió para conseguir una reducción efectiva de emisiones o para abrir la puerta a una nueva guerra comercial.

Antía Míguez, tecnóloga en Genesal Energy

Transición energética y descarbonización, una oportunidad para buscar modelos industriales sostenibles

Uno de los mayores desafíos de la humanidad es la lucha contra el cambio climático y para combatirlo es necesario que las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEIs) toquen techo lo antes posible, pero esto implica llevar a cabo un proceso de descarbonización de los sistemas socioeconómicos actuales y ”transicionar” hacia nuevos modelos eficientes en el uso de recursos, desde materias primas hasta flujos energéticos, basados en energías limpias y competitivas. En Genesal Energy somos muy conscientes de ello.

¿Cómo hacer la transición?

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), no basta con sustituir las actuales infraestructuras energéticas, dependientes de los combustibles fósiles, por otras renovables y sostenibles. También es necesario implementar medidas de eficiencia energética que permitan no sólo reducir los consumos -como se suele decir de forma coloquial, “la mejor energía es la que no se consume”-.

Pues bien, en este contexto, donde el sector industrial debe jugar un papel activo en el proceso de cambio, en Genesal Energy no miramos hacia otro lado, sino todo lo contrario. Hemos puesto en marcha OGGY (Off Grid Genesal energY), un sistema de gestión energética propio que permite monitorizar en tiempo real, tanto la producción -en caso de que la haya- como el consumo de energía, decidiendo en cada momento qué hacer con dichos flujos para conseguir aprovecharlos de la manera más eficiente posible: almacenarlos en el sistema de batería, consumirlos en las instalaciones de la compañía, verterlos a red o una combinación de cualquiera de estas opciones.

Ilustración  SEQ Ilustración \* ARABIC 1. Esquema de funcionamiento del sistema de gestión energética. Las flechas indican la dirección del flujo de la energía

Este sistema está formado por tres grandes bloques (lustración 1):

  • El OGGY es capaz de controlar diferentes focos de generación energética, incluida la red eléctrica convencional. En el caso concreto de la aplicación en Genesal Energy, los focos son los siguientes:
    • Dos fachadas fotovoltaicas en dos de nuestras naves en el polígono de Bergondo, en A Coruña, donde está la sede principal de la compañía (Ilustración 2) que ocupan una superficie de 111 m2. Están formadas por 93 unidades de vidrio fotovoltaico de silicio cristalino de última generación, con siete tamaños diferentes para adaptarse adecuadamente al diseño de la fachada original. En total, la potencia instalada es de 13.1kWp, lo que permite una generación de 11 000 kWh anuales. No se trata de paneles instalados encima de la antigua fachada, están integrados en ella, permitiendo un mejor aislamiento térmico de los edificios. 

    • Esto se traduce en que no sólo se ha conseguido introducir un foco de autoconsumo renovable, sino que se han podido reducir hasta un 50% las necesidades de refrigeración, lo que implica disminuir la climatización de las naves. Sólo esta instalación, sin contar el resto del sistema energético, va a permitir evitar la emisión de 245 toneladas de CO2 en 35 años, el equivalente a un ahorro de 661 barriles de petróleo por m2.
    • Además de las fachadas para aumentar la potencia renovable, también se han instalado 126 paneles fotovoltaicos en la cubierta de las naves de la compañía, con una potencia de 57.33 kW. Dichos paneles permiten ahorrar más de 20 toneladas de CO2 al año.
    • Pruebas de grupos electrógenos en las instalaciones de la compañía. Todos los generadores que se venden en Genesal Energy se prueban en sus instalaciones antes de enviarse al cliente. Esto permite ofrecer un servicio de alta calidad, pero también supone un alto consumo de combustible fósil. Por ello, en concordancia con los principios marcados por la economía circular, la compañía ha decidido reaprovechar esta energía volviéndola a introducir en la cadena de valor. De esta forma, el OGGY se encargará de almacenar un porcentaje de la energía generada en estas pruebas.
    • Como back up, y aunque con la cantidad de energía que se genera en las instalaciones Genesal Energy podría ser autosuficiente, también se ha optado por mantener la conexión a la red eléctrica convencional en caso de que se produzcan fallos en el sistema. 
  • El núcleo y la parte más importante es el algoritmo de gestión energética o EMS, que es el encargado de controlar todos los flujos energéticos. Así, el sistema energético analiza continuamente el estado de la generación, del almacenamiento y de los consumos para determinar en cada momento el perfil de trabajo del sistema.
    Además, también tiene en cuenta variables externas al sistema, como la previsión de las condiciones meteorológicas (para así poder predecir cuál va a ser la energía generada en la instalación fotovoltaica) o el precio de la electricidad en tiempo real (para poder tenerlo en cuenta a la hora de decidir entre verter la energía a red o almacenarla en el sistema de baterías).La integración entre el sistema OGGY y los focos generadores se hace mediante MODBUS, un protocolo de comunicación abierto que se utiliza para transmitir información a través de redes en serie entre diferentes dispositivos electrónicos. Es algo fundamental para que el sistema pueda gestionar adecuadamente todos los flujos y hacia dónde están dirigidos.En cuanto al sistema de almacenamiento, está formado por un rack de baterías de litio con una potencia total de 92 kWh, agrupados en 14 módulos.
  • Por último, están los focos consumidores de la energía. En el caso de Genesal Energy, estos son los que se producen en la propia fábrica y en las oficinas.

En definitiva, los esfuerzos realizados por nuestra compañía en favor de la sostenibilidad y el medioambiente son nuestra humilde aportación a la lucha contra el cambio climático. Y todas las acciones, investigaciones y proyectos desarrollados en este campo parten del absoluto convencimiento de que se hace lo correcto. El sector industrial debe entender los procesos de transición ecológica y de descarbonización como oportunidades para potenciar su propia transformación hacia modelos industriales sostenibles. Y sistemas de gestión energética integrales como el OGGY son claves para este nuevo escenario.

Antía Míguez, tecnóloga de Genesal Energy